Palabra y obra
Gabriel Rendón does magic with words
Gabriel Rendón hace magia con las palabras
1 de Octubre de 2011
Recorrido por el quehacer literario y méritos artísticos del profesor
antioqueño Gabriel Rendón.
Gabriel Rendón hace magia con las palabras
1 de Octubre de 2011
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El profesor
Gabriel Rendón nació en el corregimiento de Santa Rita, del municipio de
Ituango. Es licenciado en Español y Literatura del la Universidad de
Antioquia.
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Henry Amariles Mejía
Es uno de los 15 finalistas en el
Concurso de Cuento del Ministerio de Educación y RCN-2010, con el cuento “La
adivina de Odense”; un enamorado de la literatura que no hace alarde de sus
logros y al que de hecho pocas veces se le escucha hablar de sí mismo. Su
lenguaje habitual es el silencio. El mismo de quien escucha el sonido de las
palabras del mundo, y toma atenta nota de sus ecos.
Trabaja como docente de Lengua
Castellana desde hace 15 años en la Institución Educativa La Independencia. Eso
hace de él uno de los fundadores de la sección de bachillerato, al lado de la
coordinadora Ángela Quintero y del profe Jhiovany Londoño.
Nunca ha pensado irse del
colegio, ni cuando las balas parecían anunciar los cambios de clases, en la
época de la Operación Orión, en octubre del 2002. Sus movimientos son pausados,
como la mirada que escruta el fondo de las preguntas que le llegan de
improviso.
La adivina de Odense
Desde que lee la versión original
del cuento “El patito feo” se sorprende del valor literario de Hans Christian
Andersen y de lo incompleta que es la versión que conocemos del mismo.
Eso hace que empiece a interesarse por Andersen, a leer otras de sus obras y a
conocer su biografía.
Precisamente al leer esta
se entera de que siendo un niño su mamá lo lleva donde una adivina, para mirar
qué le preparaba el futuro. Dicha anécdota le da la idea del cuento. Lo escribe
y lo envía al concurso, hasta que lo sorprende la llamada de un funcionario de
RCN que le anuncia que el cuento ha sido preseleccionado entre los 100 más
importantes del país y que va a pasar de un jurado nacional a uno
internacional.
Después, le hace el seguimiento
al concurso por la Internet y es por este medio que se entera de que queda
finalista.
Inicios en la escritura
Se inicia en la literatura con la
lectura de revistas de cómics. Luego vienen autores como Gabriel García
Márquez, Tomás Carrasquilla y Manuel Mejía Vallejo. Y en sus tiempos de
universitario le siguen Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Horacio Quiroga, Borges
y Cavafis.
Escribe desde el bachillerato.
Más adelante depura y desecha algunos de esos textos, sobre todo cuando, entre
1998 y el 2004, ingresa al Taller de Poesía de la Biblioteca Público Piloto,
con Jaime Jaramillo Escobar, conocido con el seudónimo de X-504.
Escribe todas las noches, así sea
un rato. Después, hace una pausa en la escritura para plantearse la
pregunta: ¿vale la pena escribir? La respuesta es que en los últimos años
trata, en la medida de lo posible, de escribir cada noche, así sea como
ejercicio.
Su bautizo literario
Un día, en el Taller de Poesía
lee un poema, un homenaje a su fallecido padre. Jaime Jaramillo Escobar
le dice: “usted de aquí en adelante queda bautizado como poeta”.
Luego ese bautismo se
confirma en el 2000, con la obtención del Segundo Puesto en el Concurso
de Cuento “El Mínimo Esfuerzo”, de la Revista El Malpensante, con el cuento
“Algo andaba mal”. Al enterarse de la noticia piensa: “esto como que es en
serio. Aquí me metí en la grande. (Risas)”.
Después, al conversar con uno de
los jurados, Eduardo Escobar, este le comenta que al momento de decidir
el primer puesto hubo un empate, por lo cual se hizo necesaria la presencia de
un quinto jurado, que a la postre decidió el ganador. Para él “ese concurso fue
como un despertar, como sentir mucho susto pensando en la entrega, en el
compromiso que debía asumir en lo sucesivo y pensé que tenía que seguir
adelante, que me podía quedar ahí”.
Este segundo lugar lo anima para
participar en otros concursos, por lo complicado de la publicación de algún
texto y porque hacerlo de cuenta propia es costoso.
En 2004 tiene tres figuraciones
claves: finalista en un concurso del sitio Web Agenda Helena; publica Al
fondo del callejón, en un CD que la empresa Vistas saca, y su poema “Ángel
premonitorio” es publicado en el libro “Vivencias Secretas” del Centro de
Estudios Poéticos de Madrid.
Tal vez el punto más alto en su carrera literaria
es su participación en el Concurso de Cuento de RCN.
Recetario para ser poeta
La regla de oro que aprende con
el poeta X-540 se resume en “mucha disciplina y mucha lectura. Para escribir no
hay recetas, cada uno busca su propia manera de hacerlo”.
A Gabriel el género literario que
más le gusta es la poesía y paradójicamente sus mejores figuraciones en
concursos literarios han sido con cuentos. Le ha ocurrido que a veces él se
sienta a escribir un poema, y sobre la marcha intuye que algo anda mal, y da un
giro hacia el cuento. De ahí que sus cuentos sean el resultado de poemas
fallidos.
La mayoría de las veces se sienta
a escribir, a darle forma a una idea que tiene en su cabeza, producto de una
lectura o de la observación directa de su entorno. Casi nunca parte de cero.
Considera vital trazarse un plan, tener una idea preconcebida, previo a la
escritura.
Considera importante que los
libros se fermenten en el nochero, que “cojan” su punto exacto, antes de darles
salida en el mercado editorial. No solo por lo costoso que puede
resultar, sino, además, porque considera necesario darle tiempo a las
obras para que maduren, como el buen vino; además de que considera que en algún
momento pueda ganarse un concurso, que le publique un libro
completo.
Sus escritos son limpios,
simples, directos, sin rebuscamientos. Eso se “va ganando con el tiempo”.
Y la tarea de podar el poema es lo que lo lleva a veces a escribir cuentos: el
deseo de ser claro, de dejar de lado lo que pueda parecer confuso.
Normalmente carga una agenda, en
la que toma “noticas”: lo que se le ocurre, lo que ve.
Inclusive, hay una parte de su agenda titulada
“Tema”, en la que solo escribe distintos temas que cree que puede abordar
luego, para escribir algo. Otras veces trata de darle alguna forma a la idea,
en el propio momento que se le ocurre y ya por la noche, en la casa, en el
computador, ya copia ese “tema” o ese principio de cuento o de poema y se
dedica a pulirlo con más calma, con más espacio.
La adivina de
Odense
Cuando el
joven Christian Andersen decidió partir de su ciudad natal, contaba sólo con
catorce años de edad. Su padre había muerto y su madre decidió rehacer su vida
al lado de otro hombre.
Hans era un
joven danés como cualquier joven danés de la ciudad de Odense en la isla de
Fionia.
Su madre no
puso ninguna objeción a la partida de Hans. Después de todo, ¿qué regalo más
valioso podría ofrecerle habiéndole dado la vida si no el de la libertad? Sin
embargo, al fin y al cabo madre, y como para aplacar su conciencia, decidió
llevar a su hijo donde una adivina.
"Este
joven va a hacer que Dinamarca entera se postre a sus pies", expresó la
anciana fríamente y sin ninguna inflexión de voz, después de mirarlo fijamente
a los ojos.
La anciana
era una auténtica adivina a pesar de la pobreza que ostentaba con toda
dignidad.
El falso
adivino se reconoce por su riqueza.
Hans
Christian descendía de rudos y prósperos campesinos daneses venidos a menos.
Pero el niño Hans tenía un duendecillo dentro que sólo se entretenía con
juguetes como Las Mil y Una Noches y las tragedias de Shakespeare.
Ya un poco
joven, intentó laborar como obrero, pero se entretenía cantando y en lugar de
palabras, de su boca brotaban pájaros traviesos que lo trastornaban todo; y
quién iba a querer a un muchacho así en su empresa.
Su vocación
era el vuelo, pero para ello debía buscar otros aires y siendo todavía un niño
se fue a Copenhague.
Como torpe
polluelo intentó despegar muchas veces, y después de empujones y porrazos se
remontó por las alturas acompañado por sirenas, hadas, elfos, hechiceras,
reyes, príncipes y toda clase de encantadores seres que había visto la anciana
adivina reflejados en los ojos de Christian.
Los adivinos
auténticos en realidad no son adivinos. Simplemente saben leer el futuro a
través del presente, y como el presente es algo turbio, sus predicciones
siempre son verdades a medias.
Esto se
comprobó, porque fue el mundo entero quien se postró a los pies de Hans
Christian Andersen y no solo su natal Dinamarca como lo había predicho la
adivina de Odense.
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